Hola pequeñín :3, te dejé olvidadito por casi un año!
Hohoho, pero mi amiguita FoG me recordo que existían los blogs...
Y fue cuando me acorde de tí! (: awww.
Bueno como entrada espectacular medio aburrida, he decidido uhnnn...
Bueno, este... No he decidido nada aun. Pero quería volver a escribir.
Estoy en la escuela (: Y me acaban de dar una hermosa "A" n.n aunque, la verdad,
no cuenta, o más bien no me ayuda mucho en mi calificación final.
La verdad, pequeño Blogsito, te cambié por el Facebook xD hahaha.
Pero prometo escribir más >:D!
Mientras tanto se quedarán con mi aburrimiento gay.
Y una historia que no es mía. Escuchaste, pequeña vocesita en mi
interior que dice que esto esta contra la ley!
DISCLAIMER: NO ME PERTENECE LA HISTORIA!
Le pertenece a "chefim17"
Pero cuando ande inspirada publicaré una.
"La Querida Abuelita"
Joaquín estaba muy concentrado viendo la televisión, cuando se acordó de que tenía que darle sus lanas a la Abuela Nona. La buscó por todos lados, la llamó veinte veces, pero la Abuela se negaba a aparecer.
De repente escuchó la voz de Nona proveniente del living, pero al echar un vistazo, no vio a nadie. Fue ahí que notó que la voz venía desde adentro del teléfono, pero nadie había llamado, y Joaquín estaba seguro de que Nona no estaba ni en la cocina ni en el cuarto principal, donde se encontraban los otros teléfonos.
¡Papá, Papá! La abuela está adentro del teléfono.
– Bueno, hijo, sacala, que debe estar un poco incómoda – respondió el señor Ernesto Marcado.
– ¡No! Lo que pasa es que no quiere salir – aclaró con enojo Joaquín.
– ¡No señor! ¡No se puede quedar ahí! ¿Y si alguien quiere usar el teléfono? Hijo, la vamos a sacar ya mismo. Punto final.
Y así empezaron a probar de todo, desarmaron y rearmaron el teléfono, tocaron todos los botones, incluso hubieran roto el teléfono si no tuvieran miedo de matar a la Abuela, o algo. Pero nada sacaba a Nona de allí dentro. Hablando de ella, la muy terca se negaba rotundamente a decir como había entrado en el artefacto, muy feliz de poder hablar con sus amigas a toda hora.
Desesperados, Ernesto y Joaquín llamaron a Anita, la madre encargada de la casa, para que persuadiera a su suegra de salir del endemoniado aparato. Pero la madre no tuvo éxito, y frustrada por la obstinación de la vieja, hubiera tirado el teléfono por la ventana si no fuera por su marido.
A continuación, llamaron al joven electricista del barrio José Disyuntor, pero el inútil empezó a jugar con el cableado y terminó electrocutado.
Sin saber que más hacer, llamaron a una psicóloga, Marta Tres Orejas, quien insistió a la Nona a que empezara a hablar; y una vez que ella empieza ¡no hay camión que la pare! Anita, en un intento de callar a la anciana, tiró a Tres Orejas derechito por la puerta.
Momentos más tarde, con la familia ya desesperada, se oyó un golpe en la puerta. Cuando Ernesto la abrió, se encontraba allí un muchacho, repartidor de la Pizzería Tartaruga.
– Buen día, Don. Soy Tomás, traigo una de muzza para Doña Nona de Marcado. Son $15.
Intentaron convencerlo de que se valla, pero el tal Tomás era tan testarudo como Nona, y estaba empeñado en hacer su entrega, fuera o no dentro de un teléfono. Media hora y una pizza machacada más tarde, salía el mismo joven por la puerta, 15 pesos en su mano, pero aún así con mirada derrotada.
Así se pasó el día, entre gritos e intentos. Hasta que a eso de las siete, otro golpe en la puerta dio entrada a la Tía Consuelo Latranqui, con su redondita panza de casi cinco meses.
– ¡Hola a todos! Tengo noticias… ¡Es una nena! Voy a tener una hermosa hija… ¿Mamá? ¿Me podes hacer un lindo suetercito para la bebita?
Todos se dieron vuelta, y allí estaba la querida Abuela Nona, agujas en mano, y un ovillo de lana rosa rodando en el piso. Puntos ya hechos, empezando a tejer. El viejo teléfono blanco en la mesita de la esquina, igual que hace una hora, igual que hace un día.